DURANTE SIGLOS CONSIDERADO PRIVATIVO DE LOS ÁRABES, LA EXPANSIÓN DEL ISLAM LO DIFUNDIÓ POR TODO EL MUNDO. HOY ES UNA DE LAS BEBIDAS MÁS POPULARES Y LA EXCUSA UNIVERSAL PARA INICIAR UNA CHARLA.
Las leyendas, como siempre, varían. Pero todas coinciden en una cosa: ocurrió en el desierto de Etiopía hace mucho más de mil años. Algunos cuentan que un pastor observó que sus cabras se ponían más activas y despiertas cuando comían el fruto de un arbusto: al probarlo él mismo, confirmó el efecto estimulante. Otros, que un tal Omar Derviche, condenado a vagar por el desierto, descubrió que la cocción de esos frutos le devolvía la energía y lo animaba. Cualquiera sea la verdad, lo cierto es que el café era bien conocido en el mundo árabe hacia el siglo X.
Del Desierto a Constantinopla
Ciertos pueblos de Etiopía se alimentaban de las bayas de este arbusto, el cafeto, desde tiempos inmemoriales. Las comían envueltas en grasa animal, por lo que resultaban una fuente ideal de energía para los guerreros y para las expediciones de caza. Pero fueron los árabes quienes descubrieron el método para aprovechar las semillas en forma de bebida: los tostaban y molían, para realizar así la infusión.
Pronto trasladaron las plantas hacia Arabia,en principio para uso estrictamente religioso: se bebía la infusión a fin de alargar las horas de meditación y plegarias. Pero ya hacia el siglo XIII, el café se había convertido en una bebida popular en el extendido imperio árabe. Se servía en las casas de café, donde acudía políticos, filósofos, artistas, estudiantes, viajeros y comerciantes, para escuchar música y relatos.
Pronto trasladaron las plantas hacia Arabia,en principio para uso estrictamente religioso: se bebía la infusión a fin de alargar las horas de meditación y plegarias. Pero ya hacia el siglo XIII, el café se había convertido en una bebida popular en el extendido imperio árabe. Se servía en las casas de café, donde acudía políticos, filósofos, artistas, estudiantes, viajeros y comerciantes, para escuchar música y relatos.
Escandalizados por el uso mundano que se le daba a su bebida sacramental, los religiosos musulmanes lograron prohibir las casas de café e imponer pesadas multas a quienes se atrevieran a mojar sus labios en café. La primera vez, los infractores eran azotados; la segunda, eran arrojados al río dentro de bolsas de cuero. Tanta severidad no logró impedir que la gente se siguiera reuniendo para tomar café y charlar. Así que las autoridades decidieron sacar provecho de la irresistible atracción de la bebida, legalizaron las casas de café pero, eso sí, con fuertes impuestos.
La primera casa de café fuera de Arabia abrió en Constantinopla, en 1457. En Turquía pronto estos establecimientos se convirtieron en puntos de reunión para hacer negocios o simplemente charlar. Los turcos fueron los primeros también en agregarle especias, como clavo de olor, canela, cardamos y anís. La fama de este brebaje era tal que la ley turca especificaba que una mujer tenía derecho a divorciarse si su marido no era capaz de proveerle la dosis diaria de café.
La Cantata del Café
La infusión llegó a Europa de la mano de los comerciantes venecianos, que mantenían fluidas relaciones con los mercados asiático. Dicen que la Iglesia italiana intentó prohibir el café, por considerarlo “la bebida del diablo”, pero que el Papa Clemente VII, fascinado con su exótico sabor, decidió que se trataba de una “bebida verdaderamente cristiana”. Con esta bendición papal, el café siguió su marcha triunfal por el mundo.
El primer café inglés se abrió en Oxford, en 1637. Medio siglo después, en toda Inglaterra se contaban más de tres mil casas de café, a las que las mujeres tenían la entrada prohibida. En 1672 se inauguró el primer establecimiento de este tipo en París. Y dicen que el primer café de Viena abrió en 1683, después de una batalla en la que los turcos, vencidos, dejaron atrás una buena cantidad de café. Y el más famoso de los cafés italianos, el Florian, en Venecia, extiende sus mesas en la Plaza San Marco desde 1720. En España entró -o volvió- de la mano de los Borbones. Lo cierto es que a donde llegaba, el café despertaba intensas adhesiones y, al mismo tiempo, fuertes críticas. También en Europa los cafés se convirtieron en centros de intercambio intelectual, puntos de reunión para discutir los temas del momento.
El éxito del café en Europa durante el siglo diecisiete creció paralelamente a la difusión del hábito de fumar. Desde entonces, café y tabaco formaron una pareja inseparable. Las mujeres también reclamaron sus derechos a disfrutar de los efectos estimulantes de la infusión, aunque al principio no era muy bien visto que las damas lo bebieran.
El éxito del café en Europa durante el siglo diecisiete creció paralelamente a la difusión del hábito de fumar. Desde entonces, café y tabaco formaron una pareja inseparable. Las mujeres también reclamaron sus derechos a disfrutar de los efectos estimulantes de la infusión, aunque al principio no era muy bien visto que las damas lo bebieran.
Tanto consumo exigía una mayor producción. Al principio, los gobernantes árabes mantenían un cerrado monopolio sobre su cultivo, al que cuidaban como si fuera un secreto militar. Estaba prohibido transportar plantas fuera de territorio musulmán y sólo se comerciaban granos tostados (para evitar la germinación). Sin embargo, un tal Baba Budan, un musulmán indio en peregrinaje hacia La Meca, se las ingenió para contrabandear de vuelta unos granos verdes, que plantó en su casa en el sur de la India. Desde allí, finalmente, el cultivo del cafeto se esparció por todo el mundo.
Los holandeses lo llevaron a Indonesia, los franceses a Martinica. Más tarde ingleses, portugueses y españoles lo difundieron por todo el cinturón tropical de sus colonias. Llegó a Brasil en 1727, aunque sólo se logró su aclimata miento en la zona sur hacia 1800: durante muchas décadas fue el principal recurso de ese país.
Los holandeses lo llevaron a Indonesia, los franceses a Martinica. Más tarde ingleses, portugueses y españoles lo difundieron por todo el cinturón tropical de sus colonias. Llegó a Brasil en 1727, aunque sólo se logró su aclimata miento en la zona sur hacia 1800: durante muchas décadas fue el principal recurso de ese país.
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